El examen que se emprende del fenómeno de la conciencia resulta revelador para la historia de la ética, partiendo por el mundo griego, en el que la conciencia queda testimoniada en distintas experiencias como la del daimon socrático, o las erinias que se convierten en euménides. Es además revelador para la historia de la ética que así como hay una ética heteronómica de la conciencia, y lo mismo cabe decir de la ética autonómica kantiana, asociada a una conciencia también autonómica. Y si en Fichte se llega a concebir la conciencia de la manera más elevada, como el "oráculo del mundo espiritual", es natural que después de él venga un momento de escepticismo tanto respecto del poder de la conciencia, como incluso de su existencia; éste es el caso de Schopenhauer. Probablemente en la misma línea de una toma de distancia del fenómeno de la conciencia, se presenta ella originalmente en Nietzsche en su análisis genealógico como "mala conciencia". Finalmente, en Heidegger la conciencia es en la medida de un "querer-tener-conciencia" y no más como una supuesta facultad en nosotros. Además, ella no dice nada, no comunica deberes, sino que su hablar es silente. Lo más esencial, el ser-sí-mismo al que llama la conciencia, no puede ser sino inefable.
Holzapfel, C. (2016). ¿Quién Habla en la conciencia: Dios, el hombre o el ser?. Revista De Filosofía, 59, Pág. 83–112. Recuperado a partir de https://actascoloquiogiannini.uchile.cl/index.php/RDF/article/view/43937